Cuando se habla del nuevo poder de los Blogers, mis colegas (todos periodistas profesionales) casi siempre fruncen el ceño. «Son improvisados» me dijo uno el otro día. El argumento que esgrimía va más o menos como sigue: un periodista que ha aprendido el oficio, sabe cómo chequear sus fuentes y cómo verificar los hechos y por ello resulta mucho más confiable que los blogers entusiastas que simplemente escriben lo que les viene en gana.