En el marco de una marcha multitudinaria por las calles de Inglaterra en repudio por la visita de Joseph Ratzinger a ese país, que culminó frente a la residencia del primer ministro, Richrd Dawkins le respondió la Papa sobre sus recientes declaraciones, en donde el «Sumo Pontífice» estableció una correlación no demasiado feliz (ni inteligente) entre el el nazismo/fascismo y el ateísmo. (Se nota que no entendió muy bien eso de ser el «supremo tendedor de puentes»…)
Esta fue la declaración de Dawkins1:
«Al comienzo estuve tan indignado como cualquier otra persona debido a las palabras del Papa apenas llegó a Inglaterra, culpando a los ateos de las atrocidades de Hitler y otras en el siglo XX. Pero luego me alegré, pues me pareció que de alguna forma lo habíamos hecho tambalear tanto, que se estaba viendo forzado a cometer la ignominia de atacarnos para distraer la atención de los verdaderos crímenes que se cometen en el nombre de la iglesia católica. […]
Adolf Hitler era católico.
Fue bautizado y nunca renunció a su bautizo. El aparente número de 5 millones de católicos británicos corresponde al número de bautizados. Yo no creo ni una palabra, no creo que haya 5 millones de católicos. Quizás 5 millones que hayan sido bautizados. Pero si la iglesia quiere contarlos como católicos, entonces tiene que contar a Hitler como católico.
Al menos, Hitler creía en una providencia personificada, varias veces habló de ella, y es presumiblemente la misma providencia que fue invocada por el arzobispo de Munich en 1939 cuando Hitler escapó de un intento de asesinato, y el cardenal ordenó un Te Deum especial en la catedral de Munich “para agradecer a la divina providencia, en el nombre de la arquidiócesis, por el afortunado escape del Fuhrer”
Voy a leer un discurso, dado en Munich, el corazón la Bavaria católica en 1922, y les dejo que adivinen quién lo dio:
«Mi sentimiento como cristiano me dirige a mi Señor y salvador, como un luchador. Me dirige como el hombre que once vez en soledad, rodeado por unos cuantos seguidores, reconoció a estos judíos por lo que eran y convocó a muchos para luchar contra ellos y, por Dios, fue el más grande, no como alguien que sufría, sino como un luchador.
«En mi amor sin límites como cristiano y como hombre, he leído los pasajes que nos narran como el Señor al final se dirigió con todo su poder y empuño el látigo para echar del Templo a ese grupo de víboras y estafadores.
«Cuan grande fue su pelea por el mundo en contra del veneno judío.
«Hoy, luego de 2000 años, con profunda emoción reconozco más profundamente que nunca el hecho del por qué tuvo que ser Él quien derramara Su sangre en la cruz.»
Éste fue uno de tantos discursos de Adolf Hitler, además de pasajes en Mein Kampf, donde Adolf Hitler invocaba su propio cristianismo católico. No es de extrañar que recibiera u cálido apoyo de parte de la iglesia católica en Alemania.
Incluso si Hitler hubiese sido un ateo, cómo se atreve Ratzinger a sugerir que el ateísmo tiene alguna conexión con sus horribles acciones. Sin importar la falta de creencia de Hitler y Stalin en duendes y unicornios, sin importar si tienen un bigote, como Franco o Saddam Hussein, no hay ninguna relación lógica entre su ateísmo y su maldad.
A menos, claro, que estés sumergido en la vil obscenidad del corazón de la teología católica. Me refiero a la doctrina del pecado original: Esta gente cree (y eso le enseñan a niños pequeños, al mismo tiempo que les enseñan el terrorífico concepto del infierno), que todo bebé nace en pecado. […] El pecado original significa que desde el momento que nacemos somos malvados, corruptos y malditos, a menos que creamos en su Dios; a menos que caigamos en el premio del paraíso y el castigo del infierno. Eso, señoras y señores, es la despreciable teoría que los lleva a asumir que fue la falta de fe lo que hizo de Hitler y Stalin los monstruos que eran: Todos somos monstruos a menos que Jesús nos salve.
Qué asquerosa, depravada e inhumana teoría como para basar nuestra vida en ella.
Joseph Ratzinger es un enemigo de la humanidad:
Es un enemigo de los niños, al permitir que sus cuerpos sean violados y sus mentes sean colmadas de culpabilidad. (Es vergonzosamente claro que la iglesia está menos preocupada por salvar los cuerpos de los niños de los violadores, que por salvar las almas de los sacerdotes del infierno. Y más preocupada por la reputación a largo plazo de la iglesia misma.)
Es un enemigo de los gays, dirigiendo hacia ellos el mismo tipo de intolerancia que su iglesia usaba en contra de los judíos antes de 1962.
Es un enemigo de las mujeres al no permitirles el sacerdocio, como si un pene fuese una herramienta esencial para las tareas pastorales.
Es un enemigo de la verdad, promoviendo mentiras sobre que los condones no protegen contra el SIDA, especialmente en Africa.
Es un enemigo de la gente más pobre de la Tierra, condenándolos a tener grandes familias que no pueden sostener y de esa forma mantenerlos bajo el yugo de la pobreza perpetua. Una pobreza que mira de lejos la obscena riqueza del Vaticano.
Es un enemigo de la ciencia, obstruyendo investigaciones vitales sobre células madre, argumentando no con moral, sino con supersticiones pre-científicas.
Ratzinger es incluso un enemigo de la iglesia de la Reina, faltándole el respeto arrogantemente a las ordenaciones anglicanas como (cito), “absolutamente nulas y sin valor”, mientras que al mismo tiempo trata desvergonzadamente de reclutar vicarios anglicanos para cubrir su patético descenso en ordenaciones sacerdotales.
Finalmente, quizás la preocupación más importante para mí, Ratzinger es un enemigo de la educación. Fuera del daño psicológico de por vida causado por el miedo y culpa que ha hecho infame a la educación católica alrededor del mundo, él y su iglesia han impuesto la perniciosa doctrina educativa de que la evidencia es menos confiable de credibilidad que lo que son la fe, la tradición, la revelación y la autoridad.
Su autoridad.»
- La traducción, apenas retocada por mí, es de Diego Leca [↩]
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