El pasado 7 de enero, dos enfermos mentales armados con AK-47, irrumpieron en las oficinas parisinas de la revista satírica Charlie Hebdo y acribillaron a sangre fría a cuantas personas encontraron allí. La historia es conocida, los motivos de los asesinos también. Uno de los redactores muertos, Stéphane Charbonnier („Charb„), había terminado la redacción de su último libro hacía pocas horas; libro que acaba de publicarse póstumamente y que puede leerse como su testamento político: „Carta abierta a los hipócritas de la islamofobia y funcionales al racismo“
La discusión europea sobre el multiculturalismo, el islam, la posibilidad y los límites de su crítica, la xenofobia, la libertad y la corrección política, entre muchísimas otras cosas que se mezclan dentro de un mismo saco sin ningún tipo de deferenciación crítica, ha alcanzado un grado de histeria difícil de igualar (y francamente vergonzante en el marco de una sociedad civilizada y no injustamente orgullosa de sus logros civilizatorios, sus altos estándares morales y su respeto por la individualidad de sus ciudadanos). En pocas palabras, el problema del debate radica en que una gran parte del progresismo confunde análisis crítico con islamofobia, y nadie mejor capacitado para hablar de esa confusión que el redactor principal de Charlie Hebdo, habiéndola sufrido en carne propia practicamente desde siempre.
La opinión generalizada de que „no se le puede faltar el respeto a la fe de los demás sin atenerse a las consecuencias“, expresada pocos días después del atentado con la más brutal crudeza por el jefe máximo de la iglesia católica, —ese chimpancé impresentable cuya escala de valores está evidentemente trastocada, aunque nadie parezca percatarse de ello o a nadie le importe; y cuya voluntad de gestión es incomprensiblemente admirada por casi todo el mundo, desde los ateos moderados hasta los católicos más ortodoxos (es un Papa, ¿qué esperaban, sino habilidad política?)— implica una justificación imperdonable de la violencia y el horror islamistas y no debería tener cabida dentro de una sociedad moderna en donde —se supone— la crítica a (y hasta la burla de) las ideas debería ser un derecho fundamental de las personas. (Y lo que opine sobre este asunto un desequilibrado mental sin familia ni vida sexual —pero con un evidente problema para discernir entre la realidad y la ficción—, debería importarnos a todos poco menos que nada. Pero ese es otro tema… O quizás no).
En este marco, el libro de Charb viene a poner las cosas en su lugar, aportando un poco de racionalidad en medio de decapitaciones, asesinatos y lapidaciones por un lado y miedo disfrazado de respeto por el otro. Su „Carta Abierta“ todavía no está disponible en español, pero transcribo aquí un fragmento que fue publicado ayer en el semanario alemán „Der Freitag“. La traducción es mía:
Carta abierta a los hipócritas de la islamofobia y funcionales al racismo
„La expresión „islamofobia“ es un mal término para describir el odio de algunos desequilibrados hacia los musulmanes. No solo es inadecuado; es también peligroso. Desde un punto de vista puramente etimológico, „islamofobia“ significa „Miedo al Islam“; pero los inventores y los usuarios de la palabra pretenden, con ella, denunciar el odio a los musulmanes. Ni „Musulmanofobia“ ni „Racismo“ pudieron suplantar el concepto de „Islamofobia“, aun cuando ambas alternativas, etimológicamente, sean un poco más precisas. Curioso, ¿no es cierto? ¿Por qué motivo la expresión „Islamofobia“ ha triunfado sobre las demás? Algunas personas, sin duda, la usarán por ignoracia, comodidad o equivocación; pero también porque muchos de quienes están en contra de la islamofobia, en realidad, no defienden a los musulmanes en cuanto individuos, sino que defienden a la religión del Profeta Mahoma.
„Desde que los humanos inventamos el chivo expiatorio, el racismo existe, en todas partes del mundo. Probablemente los racistas continúen existiendo por siempre. La solución no puede ser la de intentar descubrir la más mínima huella de racismo en las mentes de los ciudadanos; la cuestión consiste en evitar que los racistas promuevan su asquerosa ideología y en oponerse al supuesto „derecho“ de los racistas a ser racistas y a convertir su odio en acción.
„En Francia, el debate impulsado por Sarkozy sobre la „Identidad Nacional“, le abrió las puertas de par en par al lenguaje y terminología racistas. Si el máximo representante del Estado se dirige a los idiotas y a los malnacidos y los anima a que se comporten „como en casa“, ¿cómo iban a reaccionar? Pues comienzan a decir públicamente lo que hasta entonces solo se animaban a expresar en sobremesas familiares y con varias copas encima. Las instituciones, los políticos y los intelectuales habíamos logrado reducir el ámbito del lenguaje racista al espacio privadísimo entre la boca del xenófobo y la puerta cerrada de su cocina. Pero hoy el racismo ha vuelto a la calle; un poco más sucio aún, gracias a su camino por los medios y las redes sociales.
„Sí, estamos ante un crecimiento exponencial de opiniones racistas. Pero la palabra „racismo“ se utiliza temerosamente; en realidad, está en camino de ser completamente remplazada por „Islamofobia“.
„Si una mujer vestida con una Burka se ve insultada o atacada por cubrir su cuerpo según el mandato musulmán (situación en la cual, por lo general, el atacante furtivo resulta ser un skinhead) quienes están en contra de la islamofobia se ponen del lado de la víctima en tanto es una representante del Islam — y no por ser una ciudadana agredida por un fascista. Para sus defensores, que la víctima del ataque fuera una mujer de confesión musulmana es peor que el hecho del ataque a una ciudadana que tiene el derecho de vestirse como le venga en gana. Por eso, para estos „defensores“, la primera víctima es el Islam; situando a „Dios“ muy por encima de esa mujer. Si esa mujer es atacada, es a Dios a quien se pretende insultar y eso, para quienes están en contra de la „islamofobia“, es insoportable.
„Por este motivo, aquellos enemigos de la islamofobia a quienes nos referimos aquí no son automáticamente enemigos de la musulmanofobia: pues consideran que los musulmanes defendidos por ellos son simples herramientas en las manos de Dios.
„Y esto ocurre en una dimensión tal que podría tenerse la impresión de que, en Francia, los migrantes o ciudadanos de origen extranjero son atacados solo por ser musulmanes… Así, las víctimas del racismo romaníes o provenientes de la India, de Asia, del África subsahariana, de las Antillas, etc. harían bien, en pos de su propia protección, en buscarse una religión nueva.
„Quienes tratan de imponer a las autoridades judiciales y políticas la noción de „islamofobia“ no hacen otra cosa que empujar a las víctimas de ataques xenófobos a declararse musulmanes. Si se me permite una observación: el hecho de que los racistas también odien a los musulmanes es intrascendente. En primer lugar son racistas, y más allá del islam, el objeto primario de su odio es el migrante, o la persona con trasfondo migratorio. Si observamos únicamente la islamofobia del rasista, lo que hacemos es minimizar el peligro inherente del racismo. El anitfascista de vieja escuela se está convirtiendo en una especie en extinción; pero la lucha contra el racismo es una lucha contra todo tipo de racismo. Ahora bien: ¿En contra de qué luchan los enemigos de la islamofobia? ¿Contra la crítica a la religión o contra la discriminación de los fieles en cuanto a su condición de extranjeros? Mientras perdemos el tiempo discutiendo si la caracterización del Corán como „libro inservible“ representa o no una forma de racismo, los racistas se nos están riéndo en la cara.
„Si mañana todos los musulmanes de Francia se convirtiesen al catolicismo o renunciaran a cualquier tipo de ejercicio de su religión, el discurso de los racistas no cambiaría: estos extranjeros o estos franceses de origen extranjero serán siempre señalados como responsables de todos los males.
„Ejemplifiquemos esto con la historia de Mouloud y Gérard. Los dos son musulmanes. Mouloud proviene de una familia musulmana del Magreb. Gérard es un europeo de raíces católicas convertido al islamismo. Los dos quieren alquilar un apartamento. Suponiendo que los dos tengan la misma situación económica, ¿quién de los dos tiene más posibilidades de convertirse en inquilino, el que parece un árabe o el que parece un „verdadero“ francés? No se le niega la vivienda al musulmán: se le niega al árabe. Sin embargo, el hecho de que la pertenencia a una congregación religiosa no se refleje en una caractrerística fisiológica específica no evita que, en un caso como éste, el enemigo de la islamofobia proteste contra la discriminación religiosa, en lugar de observar en la discriminación producida una actitud racista.
„Veamos qué dice el código penal francés:
„Se entiende por ‚Discriminación‘ cualquier tipo de diferenciación de las personas naturales según su origen, sexo, situación familiar, embarazo, figura, apellido, estado de salud, incapacidad, características genéticas, forma de vida, orientación u identidad sexual, edad, opiniones políticas, actividad sindical, pertenencia o no-pertenencia, real o imaginada, a cualquier pueblo, nación, raza o religión.“
„Debido a que las formas de discriminación social están más escondidas y son menos evidentes que la discriminación religiosa, se habla mucho más de ésta que de aquella. Y sin embargo, en Francia la discriminación social está mucho más extendida que la religiosa. Por ejemplo: al contratar a un nuevo empleado, los jefes de personal no le dan tanta importancia a la confesión de los postulantes como a su lugar de residencia. Ante la disyuntiva de contratar uno de dos postulantes con la misma capacidad, ¿quién de los dos tiene mayores posibilidades de conseguir el empleo: Mouloud A., que vive en un barrio burgués o Mouloud B., que vive en un barrio pobre y colmado de problemas sociales? En este país existe una discriminación masiva de las personas según su origen y posición social. Especialmente entre los pobres hay una gran cantidad de inmigrantes; y entre estos, a su vez, existe una gran cantidad de musulmanes. Pero para los defensores del Islam, el único problema es la islamofobia.
„Construyamos otro ejemplo y comparemos la situación de Mouloud y Abdelkader. Ambos son musulmanes, los dos de tez más oscura que la de Gérard. Mouloud no tiene ingresos de ningún tipo, Abdelkader es millonario. ¿Cuál de los dos puede estar seguro de ser rechazado a la hora de alquilar un apartamento: Mouloud, el musulmán o Abdelkader, el millonario?
„Más tarde volveremos a insistir sobre por qué es necesario rechazar palabras como „islamofobia“ o „cristianofobia“. ¿Vale esto también para las construcciones (también relativamente nuevas) „homofobia“ o „negrofobia“? Aun considerando que la costumbre de armar palabras con el sufijo „-fobia“ sea completamente grotesca, el sentido de estos términos no es ambigüo: el uso generalizado de „homofobia“ y „negrofobia“ no indica el odio hacia una ideología o una religión, sino que describe el odio hacia un grupo de personas. La homofobia no es despreciable por el hecho de describir una posible crítica a la homosexualidad, sino porque indica el odio hacia los homosexuales. Cuando hablamos de negrofobia, nos referimos, también, al odio a las personas […]“
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