Hace aproximadamente ocho mil años, en la mesopotamia (territorio ocupado hoy por Iran y Siria), el hombre abandonó su existencia de cazador-recolector, y se asentó en poblados ubicados entre los rios Tigris y Éufrates. Durante los siguientes milenios, aprovechando la cercanía de los ríos y gracias a la creación de un complejo sistema de riego inédito hasta entonces, esas primeras aldeas se desarrollaron hasta convertirse en la Civilización Sumeria.
Entre otras cosas, los sumerios inventaron la rueda, la astronomía, la matemática, el comercio, la cerveza, el ladrillo, las urbanizaciones y la escritura. Con la escritura, los Sumerios inventaron la Historia. Con la escritura, inventaron la cultura y la civilización. También sentaron las bases mitológicas de las religiones monoteístas: el Génesis, el Diluvio Universal, las Leyes Mosaicas, todas esas leyendas tienen su origen en mitos mesopotámicos. Algunos de estos relatos, como la Torre de Babel o el Diluvio Universal, hacen incluso referencia a hechos históricos documentados; es bastante probable, por ejemplo, que la historia del Diluvio haya tenido su orígen en un desvastador desborde del Éufrates hacia el año 2800 a.C.1
Y los sumerios festejaban la navidad. Tres mil años antes del supuesto nacimiento de Cristo, los Mesopotámicos se emborrachaban con cerveza y se hartaban de comida para navidad. Claro, no decían „navidad“, pero poco importa: ellos adoraban a Sol, que luego fue Mitra, que luego fue Jesucristo. (La historia de las transiciones es evidente y banal; y no voy a explicarla aquí)
No se me ocurre ningún motivo mejor para festejar la navidad, fuera de cualquier fantasía religiosa: en lugar de hacerlo en nombre de una leyenda fantástica, comamos y bebamos para mantener viva una tradición que está, como ninguna otra, ligada a la última etapa evolutiva de la Humanidad y que marca lo que realmente nos separa del resto de los animales: la evolución cultural.
Quizás en algún momento de la historia por venir podamos vencer nuestros temores y ya no creamos más en aquellas arcaicas leyendas; ¡qué vertiginosa será la evolución que nos resta cuando así sea!
Para profundizar en el tema, ahora que hay unos días libres, recomiendo el primer tomo de la Historia Universal de Isaac Asimov
- „El Tigris y el Éufrates no nacen en lagos, sino en fuentes montañosas. No hay ninguna represa y las inundaciones pueden ser desastrosas en años de mucha nieve y repentinas oleadas de calor primaverales (…) Entre 1929 y 1934, el arqueólogo inglés sir Charles Leonard Woolley excavó el montículo que correspondía a la antigua ciudad de Ur. Allí había estado una antigua desembocadura del Éufrates, a unos dieciséis kilómetros al norte de Eridu. Encontró una capa de limo de tres metros de espesor, sin ningún resto arqueológico. Llegó a la conclusión de que era un sedimento depositado allí por una gigantesca inundación (…) Quizá fue la que sepultó a Ur, al menos por un tiempo. Y aunque no destruyese tanto a otras ciudades, el descalabro económico resultante de la parcial destrucción de la tierra debe de haber arrojado a Sumeria en una breve edad oscura. Esta súper inundación, o Diluvio, quizá se produjo alrededor del 2800 a. C. El Diluvio y los desórdenes que le siguieron deben de haber barrido, prácticamente, con los registros de las ciudades, y las generaciones posteriores no pudieron hacer más que tratar de reconstruir su historia con lo que algunos recordaban de los registros. Quizá los autores de cuentos aprovecharon luego la ocasión para hacer sagas, sobre la base de los pocos nombres y sucesos recordados, reemplazando la historia insulsa por dramas interesantes.“
Asimov, Isaac „Historia Universal. El cercano Oriente“ Tomo I, 1968 [↩]
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