Una entrevista de Eduard Punset a Raymond Kurzweil
«Raymond Kurzweil comprende como nadie que el futuro es la fusión entre nuestra biología y la tecnología. Estamos fusionando la capacidad biológica del cerebro para reconocer distintas estructuras y para administrar «en cascada» y en paralelo procesos distintos, con la capacidad casi infinita de las máquinas para rememorar, para archivar datos. Esta es la gran singularidad del futuro que viene.»
Eduard Punset
Hace ya muchos años que leí The age of spiritual machines, de Raymond Kurzweil, un atrapante intento por predecir el devenir de la evolución tecnológica de la especie humana. Nada de lo allí expuesto me resultó descabellado; desde la desaparición de las memorias rotativas (CD-ROM, DVD-ROM, etc) durante la segunda década del siglo XXI hasta el devenimiento de una sociedad futura en donde los individuos sean nada más (y nada menos!) que información compartida1, pasando por los Nanobots, los Cyborgs, la Realidad Virtual o las Redes Neuronales, las ideas de Kurzweil resultan imaginables, esperanzadoras y sobre todo: factibles. Quizás solo la cronología propuesta sea algo osada, pero los planteos de fondo son sumamente atractivos.
Hoy, casi diez años más tarde, me vuelvo a encontrar con Kurzweil en un programa de Redes para la ciencia, en donde Eduard Punset entrevista al inventor y filósofo norteamericano, también autor de su más reciente The singularity is near. En pocas palabras, la singularidad es ese momento evolutivo en donde la complejidad tecnológica alcanzará la masa crítica necesaria como para dar el gran salto y lanzarnos a nuestra próxima etapa evolutiva, que no será biológica sino tecnológica y que nos convertirá en otra especie. Movido por el recuerdo, desempolvé aquel libro para releer la Timeline de Kurzweil: produce escalofríos hacer una comparación de la primera década real del siglo XXI con la imaginada por él.
De todos modos, poco importa si sus predicciones se corresponden con la realidad o no; el trabajo de Kurzweil es mucho más profundo que sus intentos por predecir la evolución tecnológica y va mucho más allá de solo pretender ser una especie de Ley de Moore sumamente detallada; pues a esa evolución está irremediablemente ligada la evolución social, antropológica, biológica y espiritual de nuestra especie. Además, pocos autores son tan eficaces en su función de disparadores de la reflexión sobre la naturaleza de la realidad y sobre la naturaleza de la inteligencia, lo cual convierte a lo que a primera vista parecía solo una especie de osada conjetura de ciencia ficción en dura, avasallante e imprescindible filosofía.
El episodio de Redes para la Ciencia disponible al final de este texto intercala fragmentos de la entrevista mencionada más arriba con la dramatización de un diálogo -ficcional- entre el espectador y un habitante del planeta tierra del futuro, en donde se desarrollan de forma muy pedagógica y resumida las principales hipótesis de Kurzweil. En un momento, nuestro yo del futuro nos sorprende con una frase que ilustra de manera ejemplar el componente filosófico que señalé antes y con la que quiero cerrar, no sin antes insistir en que se tomen 20 minutos para ver el programa, unos días para leer algo de Kurzweil… y el resto de sus vidas en reflexionar sobre el tema.
«Quizás no quieras oír lo que te voy a decir, pero lo que tu experimentas no es la realidad. Lo que tu experimentas es una reconstrucción de la realidad hecha por tu cerebro. Lo que tocas, lo que ves, lo que hueles, lo que sientes… son todas reconstrucciones de tu cerebro. ¿Qué más da si esto sucede en un ordenador o en un cerebro biológico? ¡No hay ninguna diferencia!»
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- Es decir: la metamorfósis del hombre en otra especie, distinta, en donde nuestros espíritus vivan eterna e inmortalmente dentro de una mátrix computarizada (una menos maléfica que aquella surgida de la imaginación de los hermanos Wachowski) [↩]
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