Savater sobre Sartre

«El Ser y la Nada» supone un diálogo profundo y crítico con la tradición filosófica, desde Descartes hasta Heiddeger, pasando por Hegel y Husserl. Explica allí Sartre que la conciencia, como ya lo había mostrado Husserl, es siempre conciencia de alguna cosa: nace, pues, atraída por un ser que no es ella. Este algo trascendente a la conciencia, que es puesto por ella, es lo que llamamos «fenómeno». Si soy conciente de esta mesa, ella no está contenida en mi conciencia sino puesta como trascendente. No se trata de un aparecer exterior que disimule la verdadera naturaleza del objeto, no apunta a algo que esté «detrás» de él; el fenómeno es absolutamente indicativo de sí mismo.

«Así, el ser del mundo fenoménico es, simplemente, lo que es. […] El ser es en sí, es lo que es, es sin razón, sin causa y sin necesidad. De tal modo, es absolutamente contingente, y por tanto: perfectamente gratuito, imprevisible y absurdo. El ser en si es la total inmediatez de las cosas consigo mismas; y si la conciencia es conciencia del ser, ha de ser distinta del ser; el ser en sí es denso, pleno, mazizo, idéntico a sí mismo; la conciencia es distanciamiento o separación respecto del ser; de suyo es no-ser. Con ello, Sartre rechaza toda sustancialización de la conciencia. La conciencia no es una cosa, sino pura espontaneidad, temporalidad y libertad.

«De hecho, el ser del hombre consiste en la libertad, que en tanto nada de ser, no puede conocerse ni definirse. Una definición de algo, es su esencia; pero en el Hombre no hay una esencia a la que los individuos fácticos se ajusten: más bien, la existencia de cada uno, al ir realizando su libertad en las diversas situaciones que le toca vivir, determina lo que es. Éste es el sentido de la famosa frase de Sartre «En el Hombre, la existencia precede a la esencia»: el Hombre se hace a sí mismo, su ser no está predeterminado. Lo que llega a ser depende de sus elecciones, la libertad pertenece a la estructura misma de la conciencia. En ese sentido, dice Sartre, se está «condenado a ser libre»: no se puede dejar de elegir, y por lo tanto, de estar expuesto al fracaso y al ser nada frente al mundo y ante los otros Hombres. Esta libertad consitutiva se reconoce en la angustia: es en la angustia donde el Hombre comprende su ser como libertad originaria. Todas las elecciones particulares son dirigidas por una proyección del «yo ideal», que puede ser, por supuesto, diferente del que ella cree que es su «yo ideal». Así, todas las acciones de un Hombre son libres, porque están contenidas en aquella original elección libre, a la que Sartre llama «Proyecto».

«Pero el Hombre puede disimular su Libertad para enmascarar la angustia. Para ello me identifico con ciertos roles o con ciertas respuestas tomadas de otros, y pretendo entender mi Libertad, solo como una propiedad entre otras: digo que «no puedo» hacer ésto o aquello, cuando en verdad debería decir que «elijo» no hacerlo. Esta es la estructura de lo que Sartre llama «mala fé».

«Por otra parte, al analizar la temporalidad, Sartre señala que el Hombre huye del ser que fué, hacia el ser que será. Huye, pues, del ser hacia el ser, pero esta huída del Hombre solo acaba en la muerte, que es la imposibilidad de todas sus posibilidades. Según Sartre, el Hombre aspira contradictoriamente al proyecto ideal de ser el «en sí para sí», el «conciente autofundado», o por decirlo de otro modo: Dios. Ser Hombre es tender a ser Dios, porque el Hombre es fundamentalmente deseo de ser Dios. Este proyecto imposible hace del Hombre una pasión inútil. El hecho es que, mientrtas vive, el «para sí» no es más que su huída hacia sus posibilidades; por ello tiene que hacerce. Ser, para él, es elegirse: el Hombre es, pues, absolutamente responsable de su ser, lleva sobre sus hombros el peso íntegro el mundo, es responsable del mundo y de sí mismo, en tanto que [es] manera de ser. Así, la libertad de elección se exterioriza, pues, en la acción. Esta cobra su significación verdaderamente humana al integrarse en un proyecto que le confiere sentido.»

Fernando Savater, en «La aventura del pensamiento», episodio sobre Jean-Paul Sartre.


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