No me gusta hablar mal de «Los Kirchner» porque al hacerlo asumo de hecho un discurso opositor que poco tiene que ver con lo que por lo general quiero decir. En estos casos prefiero hablar del «gobierno», porque ese sustantivo es atemporal y por lo tanto mucho más acertado que la crítica a un gobierno puntual. Estoy hablando, obviamente, de «la Argentina política», que lamentablemente siempre fué una acabada muestra de corrupción, amiguismo, inercia, torpeza, falta de visión, injusticia, incostitucionalidad, delincuencia institucionalizada, demagogia, populismo y verticalismos absurdos, infantiles y entorpecedores.1
(In-) Seguridad política
Por supuesto que aún así hay siempre cosas puntuales que destacar y que aplaudir. En mi artículo anterior acabo de escribir que nada es absolutamente malo ni absolutamente bueno; lo cual también es (evidentemente) válido para cualquier gobierno. Pero esto no quiere decir absolutamente nada. Si el balance no es positivo, cuando después de sopesar el debe y el haber nos damos cuenta que la deuda del gobierno con sus ciudadanos y con el sistema democrático es tan grande que él mismo se transforma en el principal ente autoexcluyente del sistema, tendríamos todos que darnos cuenta que la tan mentada «tercera vía» ya está inventada: la argentína política fué siempre un vaivén entre dictaduras abiertas, descaradas y sanguinarias y politocracias demagógicas, siempre más o menos mal disfrazadas de democracias. Por eso puedo entender (aunque con la piel de gallina), a los vejetes recalcitrantes que reniegan de la «democracia» (entrecomillas, aunque ellos no lo sepan: nunca supieron lo que es vivir en una democracia verdadera y prefieren la injusticia dictatorial, paternalista y honesta a la injusticia politógama, mentirosa y fraudulenta que representa lo que ellos entienden por el término).
El mundo desarrollado tuvo históricamente (y sigue teniendo) políticas de izquierda y de derecha, de corte más socialdemócrata o de corte más conservador; pero todas ellas fueron siempre extremadamente liberales en el sentido político del término y más o menos liberales en su sentido económico. Poco importa, en realidad, si la comunidad europea subvenciona su actividad agropecuaria o si en escandinavia existe una comunidad anarquista. La regla de juego más importante es que el estado se dedica a hacer política y, por lo demás, a dejar vivir. Aquí hacer política es construír poder político desde la política, o sea: desde el apoyo ciudadano – pero sin entrometerse en cuestiones que no son de su incumbencia, como son el sistema económico o el judicial. En este contexto, el apoyo ciudadano se gana con medidas que generan bienestar: [1] no entrometiéndose en la vida de los individuos, [2] protegiéndolos de cualquier tipo de arbitrariedad o injusticia (pública o privada), y todo esto [3] dentro de un marco de seguridad jurídica.
Todos estos son elementos básicos del sistema democrático de los cuales jamás disfrutamos los argentinos.
La «Riqueza de las Naciones»
Para dar solo un ejemplo: las trístemente famosas «retenciones a la exportación» existentes desde siempre en la república argentina, son un ejemplo acabado de una imposición injusta y arbitraria, ya que son un impuesto a la facturación: las retenciones no consideran si el productor pierde o gana (y llegado el caso, cuanto): se le «retiene»2 un porcentaje de la facturación sin más. Entiendo que éste sistema (además de permitirle al estado nacional no coparticipar esas entradas con las provincias productoras) sea de una ejecución mucho más simple que la elaboración y puesta en marcha de un sistema impositivo más complejo pero más justo (y más parecido a los modelos que son la base de la riqueza de las naciones: el impuesto al ingreso) La ecuación impositiva elemental, vigente en todos los países desarrollados del mundo, es una misma fórmula que existe en tres versiones: [1] en su versión más conservadora, aplicando el mismo porcentaje impositivo a todas las actividades que representen algún tipo de ganancia; [2] en los paises más socialdemócratas aplicando un impuesto alto a grandes ganancias, bajo a pequeñas ganancias3; y [3] en la versión más «izquierdista» aplicando grandes cargas impositivas a quienes más ganan y subvencionando a quienes pierden. Pero siempre hay una lógica política que responde a los parámetros democráticos que mencioné más arriba (poca intromisión/nula arbitrariedad/seguridad jurídica).
Cualquiera que se tome dos segundos para analizar el poder económico de los países desarrollados va a llegar a la conclusión de que poco importa la riqueza natural de la tierra cuyos límites políticos conforman lo que los mapas han convenido en denominar «países». La riqueza está creada por sus habitantes, al trabajar, al producir y al consumir. La riqueza es el PBI per cápita. Por eso la «Argentina» no es un país «rico», como los viejos carcamanes que añoran la dictadura no se cansan de repetir, la Argentina, aunque tenga «todos los climas», y haya sido «el granero del mundo» es un país pobre, pobrísimo, paupérrimo.4
Mirando este mapa uno podría intuír que existe una relación directamente proporcional entre el grado de desarrollo de estructuras democráticas reales y el respeto de las libertades individuales por parte del estado con el grado de desarrollo económico de los países. Dicho de otro modo: unicamente las sociedades modernas (allí en donde la política va por un lado y la economía, la justicia, la cultura, la educación y todos los demás sistemas sociales van por otros), en donde cada sistema responde a una lógica interna sin tener que estar manoseado por un pulpo politiquero y obseno que todo lo corrompe, existe un ámbito de evolución, libertad, crecimiento y bienestar.
Tristeza generalizada
Lo que sucedió la semana pasada entre la AFA y TyC, en donde el patriarca político del país5 le garantizó su apoyo a un mafioso para que rescinda unilateralmente un contrato con condiciones que pueden haber sido «leoninas» pero que dicho mafioso firmó tiempo atrás (de buena gana y vaya a saber uno por qué…), pero que ahora pedjudica sus intereses -debido a un cambio coyuntural que tampoco escapaba a ningún pronóstico- es otro ejemplo, mucho más cínico, de la misma inseguridad política, jurídica y sistémica que sufre nuestro país. Y en medio de toda esta tristeza tengo que soportar leer a un Horacio Verbitsky6 decir que
«La separación entre quienes producen contenidos y aquellos que los distribuyen es una de las claves del anteproyecto de ley cuyo envío al Congreso anunció esta semana Agustín Rossi. El fútbol podrá ser la demostración comprensible para todos de su efecto democratizador. Por primera vez la política no se rinde.»
(Página12, «Goles son amores», 16/04/09)
Encima y «de yapa», el gobierno se va a quedar con los derechos de televisación del fútbol. ¿Realmente existe gente que cree sinceramente que van a ser una fuente de ingresos para el Estado? ¿Hace falta decir que los van a transar mal? Me equivoqué con el título de esta nota. Debería haberse llamado «Estado de Derecho ‘a la A'» (En una abierta pero deprimente alusión a lo evidente)
– . – . –
El siguiente es un fragmento del Editorial de Jorge Lanata en su programa «Después de Todo (DDT)» correspondiente al 12/08/09. Abajo está el audio para escucharlo completo y viene al caso para cerrar este texto porque dice más o menos lo mismo. Escuchenlo igual porque el gordo es mucho más elocuente que yo:
«En esta historia no hay buenos y malos; este es un congreso de hijos de puta. Y los que aplauden en ese congreso somos nosotros: una multitud de tarados que no atina a hacer nada para que las cosas cambien. Para decir la noticia: el gobierno operó la ruptura del contrato entre dos privados: la AFA y TyC. El contrato era injusto, leonino, monopólico y nació sospechado, a principios de los años noventa. Todo eso es totalmente cierto. Era un contrato totalmente injusto. Ahora: no fué un juez, no fué un tribunal, no fué la corte suprema quién dijo que el contrato era injusto. No fué ningún miembro del Poder Judicial quien dijo que el contrato era injusto. Fué un ex-presidente en ejercicio de la presidencia. ¿Nos damos cuenta de lo que pasó en estos días? Un Ex-Presidente, en ejercicio de la presidencia, dijo que un contrato entre dos particulares debía ser roto. O sea: fué el Rey, quien dijo eso. El Rey juzgó, decidió y condenó. Y pagará con dinero de la corona (público) el costo de esa decisión.
[…]
¿Quién carajo va a venir a poner un peso en la Argentina? O ¿Quién de nosotros, argentinos, va a tener la confianza suficiente en el propio país (ya no hablo del gobierno) como para decir: ‘sabés qué, yo voy a poner acá diez palos, porque se que durante viente años esos diez palos van a trabajar’ Ni en pedo. ¡Pero ni en pedo! Argentina es ese lejano país del sur, en donde a lo mejor, el gobierno de turno, respete lo acordado. Eso somos hoy: un país que no existe, en la loma del orto, en donde a lo mejor, respetan lo que se firmó. A lo mejor; tampoco es seguro. O sea: con una buena coima podés hacer grandes negocios. Negocios breves y cortos. Que es lo que viene a hacer todo el mundo a la Argentina, desde hace treinta o cuarenta años.»
- Y eso en el mejor de los casos, el «worst case ever» fué siempre: desaparición de personas, censura previa, prohibición, tortura y muerte. [↩]
- Por lo menos, el nombre de esta arbitrariedad impositiva es honesto, aunque todo lo demás no lo sea. [↩]
- siempre dentro de un márgen razonable y siempre garantizando que a mayor éxito de la empresa en cuestión, mayor sea el resto de ganancia neta, obviamente [↩]
- Pareciera un círculo vicioso difícil de romper porque para que un país produzca tiene que haber un mercado consumidor de esa producción con capacidad adquisitiva, y para que exista esa capacidad adquisitiva, deben pagarse buenos sueldos que generen ahorro y consumo, y para que pueda subir el precio de la mano de obra debe haber necesidad de producción. La cadena «Producción -> Consumo -> Producción» es tan evidente que da vergüenza tener que explicarla; pero en este país todo el mundo sigue hablando de la «Redistribución de la riqueza» como si la «Riqueza» estuviera dentro de un balde del que solo están tomando unos pocos capitalistas malvados y que cuando se acabe no habrá más. La riqueza no debe «redistribuírse»: debe generarse. [↩]
- que -curiosamente- no es parte «oficial» del gobierno [↩]
- debo admitirlo: este Horacio Verbitsky fué mi segunda gran desilusión del año en el transcurso de un puñado de días [↩]
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