«Pero todo esto no es algo que puedas recordar. Todos sufrimos de olvido… y yo soy la peor.
¡Oh! ¿Dónde estuve?»
Inconsciente, inevitablemente busca uno paralelos entre INLAND EMPIRE, la última, y Mulholland Drive, la anterior película del genial director David Lynch. Los paralelos son pocos, haciendo la salvedad de que ámbas películas son producto de la misma mente1. Si en Mulholland Drive el desarrollo de los personajes es paulatino y confuso, en INLAND EMPIRE es precipitado y decididamente incomprensible; si aquella nos presenta dos grandes planos narrativos, ésta nos atropella con varias complejas dimensiones simultáneas e interconectadas; si la primera nos pareció larga, la segunda nos resultará interminable.
Lynch trabaja para un público adulto, capaz de ejercer su derecho al raciocinio y su derecho a la emoción por partes iguales, plantea interrogantes que sabe que podremos resolver por nosotros mismos y acepta nuestras conclusiones y nuestros sentimientos, sean éstos cuales fueran; es decir: respeta nuestra libertad e individualidad. No nos teme y por eso no se molesta en explicar nada.
Sus películas son difíciles, pero solo un poco: sucede que estamos demasiado maleducados en la explicitud.2 Entonces, no todo lo que aparenta ser una inconexa sucesión de imágenes es realmente una inconexa sucesión de imágenes. El Imperio Interior de Lynch es el más interno de todos, en donde conviven nuestra memoria, nuestros sueños, nuestros demonios y nuestros deseos. Un imperio surealista pero naturalista, que ocurre por debajo de la realidad y sin embargo es parte de ella. Y constructivista, en el cual la percepción es recipiente de su propia creación, un imperio simbólico y explícito, individual y colectivo a la vez.
Para entrar al imperio, debemos ir desarmados: desarmados del vicio de la explicitud, desarmados de la destorsión de la memoria, desarmados hasta de la comprensión del lenguaje: por eso la imágen es borrosa y pálida, sin dar explicaciones; por eso las dimensiones son muchas y muy complejas, sin que las podamos recordar; por eso una gran parte de los diálogos están en polaco y sin subtítulos. Entramos al imperio confundidos y cansados, sin voluntad para la discusión, pero con la percepción agudizada: la única manera de construír el Imperio Interior que Lynch nos está mostrando. INLAND EMPIRE es un alucinógeno que se mira; cannabis sin THC.
Y a la vez, es un pesadísimo paquete de detalles, una genial composición rompe-cabezas, como demuestra la inscripción, a primera vista críptica, «AXX°NN ——->«, que podemos ver, siempre escrita con tiza blanca, insistentemente, marcando la entrada a los portales interdimensionales del universo lyncheano, los inumerables túneles que nos transportan de una percepción y de una realidad a otra.
INLAND EMPIRE es una película para ver en soledad y construír en compañía. No se la pierdan.
Ficha Técnica:
Producción: David Lynch, Mary Sweeney, Jeremy Alter, Laura Dern, USA/2006
Dirección: David Lynch
Edición: David Lynch
Libro: David Lynch
Banda Sonora: David Lynch
Elenco: Laura Dern, Jeremy Irons, Justin Theroux, Julia Ormond, Bellina Logan, Jan Hench
Duración: 172 minutos
- dicho esto con el debido respeto y la más profunda admiración: una persona en su sano juicio es incapaz de hacer el cine que Lynch nos ofrece. Por suerte, su jucio no es aquel que pueda considerarse ‘normal’ [↩]
- Cuando el MainStream nos muestra por ejemplo un accidente de tránsito, siempre hay hay un transeúnte que pregunta “¿Qué ha pasado aquí?” y otro que contesta (y nos informa): “Un choque.”, como si la imágen no bastara, como si ese diálogo no fuera profundamente absurdo. Tan acostumbrados estamos a la sobreexplicación de todo, que hay que hacer un esfuerzo para reparar en estupideces así. ¡Cómo Lynch no va a parecer ‘dificil’! [↩]
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